miércoles, 23 de noviembre de 2016

PLIS, PLAS, PLIS, PLAS


A veces, no hay nada mejor para una tarde lluviosa que dejarnos llevar por la creatividad y explorar las posibilidades que tiene un papel en blanco.

Cuando hablamos de innovación en educación, muchas veces, nos viene a la mente la tecnología, los avances en el campo de las comunicaciones, PDI, tablet, redes sociales... pero nos olvidamos de lo más importante del proceso de aprendizaje: sentir.



Sentir a través del tacto es una maravilla al alcance de unos pocos que saben apreciarlo y disfrutarlo.


Antes de los móviles inteligentes y las pantallas táctiles teníamos manos con las que explorar el tacto de las cosas, aunque no nos llevaran a otro lado con tan sólo un "click".



La actividad que hicimos ayer en clase iba enfocada a buscar ese tacto que nos llevara a experimentar sensaciones.

Un papel en blanco y temperas de colores bastaban para empezar. Como si de una pizarra se tratase comenzamos escribiendo letras de diferentes tamaños y en diferentes direcciones, sólo por el placer de escribir con nuestros dedos, sin el lápiz ni el rotulador.


La experiencia fue ganando en intensidad y diversión, las endorfinas comenzaron a aflorar y apareció la risa, los gritos de alegría, alguno daba botes sólo de ver como iba tomando forma su papel en blanco y se transformaba en un montón de letras sin significado aparente, pero que si mirabas con sus ojos si lo tenían. Eran un mar de letras, una sopa de pseudopalabras, estaban transmitiendo la pasión de simplemente disfrutar de pintar con sus manos.


Poco a poco las letras se empezaron a amontonar y agolpar unas con otras, quedaba poco sitio para poder seguir escribiendo y entonces se acabó la restricción de sólo dibujar letras y se desató la locura.






A partir de ese momento  cada uno expresó lo que quiso, aplaudió, arrastró, punteo, dibujo...  y mezcló el color.











Puede parecer una tontería y que simplemente se mancharon las manos, las batas y algunos hasta el pelo, pero lo que de verdad pasó en esos minutos de frenética locura de color fue que cada uno sin distinción disfrutó de poder jugar con los colores, con sus manos y sentir a través del tacto el arte que plasmaron en sus ahora ya murales llenos de color.







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