sábado, 15 de enero de 2011

Vida, trabajo y color.

De nuevo es sábado, no lo parece pero lo es. 
Cuando hace cinco días comenzó la semana el sábado estaba lejos, lejísimos, faltaba toda una larga semana por delante y ¡plof! ha llegado, como por arte de magia.
La semana en el aula ha sido muy intensa. Estaban todos muy activos, querían más y más y los cambios de actividad han sido constantes, al igual que las interrupciones para contar algo sobre las vacaciones, preguntar, ir al baño, volver a preguntar, contar alguna anécdota o algún secretillo que ya no lo es...
Ha sido una gran semana sin duda. La maquinaria de nuevo está en marcha y todo por el momento funciona según lo previsto.
Este trimestre es muy largo, y por eso me planifiqué hacer millones de cosas, las cuales de momento ya no las estoy cumpliendo. Es así, que le voy a  hacer, yo quería trabajar el universo y los castillos pero encontramos en una maleta de libros, un libro de recetas de cocina y parece que les ha gustado tanto que mis alumnos han decidido que quieren trabajar sobre alimentos.
Si uno se plantea una educación como algo cerrado, rígido y programado en exceso no hay espacio ni tiempo para la imaginación, creatividad y curiosidad de los alumnos, quienes al fin y al cabo son los receptores de nuestro trabajo. En cambio, si de vez en cuando nos olvidamos de la rigidez del horario y de cumplir a rajatabla la programación nos encontramos con maravillas como la ilusión por saber algo más.
La primera actividad sobre la comida fue con ese libro y la hicimos ayer. Infantil y Primaria formamos un solo grupo, y de ese grupo salieron equipos de trabajo mezclando las edades. Cada equipo eligió un continente y de ahí un país, una vez teníamos elegido el país el siguiente paso fue escoger una receta del libro y ¡a trabajar!.
Escribimos una postal, por un lado estaba la receta y por el otro lado había un dibujo relativo al país o a la receta, de este modo todos pudieron participar, supieran o no leer y escribir. Los chicos y las chicas de primaria estuvieron sensacionales, leyendo a los de infantil las recetas, explicándoles los alimentos y haciendo bromas sobre como sabrían los platos.
Fue increíble ver como trabajaban todos juntos, al principio hubo alguna cara larga, y algún problemilla con el color de la cartulina que nos iba a hacer de soporte de la postal, pero al final todo se solucionó y el trabajo fue espectacular.
En el mapamundi del pasillo pegamos las postales, cada una en la zona del país elegido y allí está, esperando silencioso a que otra nueva actividad lo empiece a llenar de vida, trabajo y color, lo cual, no es sino el fiel reflejo de la clase, que espera en silencio en este momento a que el lunes llegue y vuelva a traer con él la vida, el trabajo y el color que le dan los alumnos.

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